El edificio de la ex cárcel de mujeres de San Telmo, sucumbe al deterioro y el abandono. Tras sus muros se esconde parte de la historia de aquellas que vivieron encerradas -por distintas circunstancias- en la ciudad: fue sucesivamente convento de monjas, asilo de enfermas mentales y correccional. Su iglesia data del 1700 y sufre desprendimientos de mampostería, grietas y fisuras en las que crece vegetación. Posee uno de los patios más antiguos de Buenos Aires, hoy ocupado por un escenario en el que se realizan peñas folklóricas. Las descascaradas salas aún conservan elementos de la vida cotidiana de las monjas y las presidiarias -entre ellas, Victoria Ocampo- que vivieron en el lugar.
Se trata de un complejo declarado Monumento Histórico Nacional y que, junto a la Iglesia San Pedro Telmo, ocupa media manzana frente a la plaza Dorrego. Parte fundante del patrimonio arquitectónico de la ciudad, se sitúa en el Área de Protección Histórica 1, por lo que deberían respetarse normas estrictas para su conservación y restauración. Sin embargo, es una de las construcciones más deterioradas de la Capital. El Museo Penitenciario Antonio Ballvé, que también funcionó allí, fue cerrado en 2012 por mal estado del inmueble.
“El convento se fue viniendo abajo con el correr de los años. Desde el balcón de mi departamento observo el techo de la capilla en mal estado, cubierto de vegetación, tal como sucede con la iglesia aledaña. Parece un lugar extraño, que no se sabe bien de quién es”, describió Eliseo Rinaldi, un vecino de la avenida San Juan.
Si bien la ex cárcel permanece clausurada al público en general, las puertas de Humberto Primo 378 se abren en determinadas fechas para conciertos de la Fundación Mercedes Sosa. El patio con aljibe está cubierto de gigantografías de la cantante. “Se escuchan las vibraciones de la música y supongo que eso afecta las paredes de un edificio que tiene siglos de antigüedad”, dijo Isabel Fernández, otra vecina.
Consultado al respecto, el secretario de Cultura y Creatividad de la Nación, Enrique Avogadro, explicó: “El uso de ese espacio les fue otorgado por la gestión anterior y nosotros no podemos pedirles que se retiren. Pero estamos ayudándolos a que funcionen mejor como organización y creen su propio museo”. LA NACION intentó obtener la palabra de responsables de la fundación, pero no respondieron los pedidos de entrevista.
Llama la atención que las paredes del patio fueron intervenidas y ya no lucen el color blanco característico de la época colonial. “Hasta no hace mucho tiempo el claustro mostraba los enlucidos originales, documento casi único de lo que fue la primera arquitectura colonial de Buenos Aires, proyectada por el jesuita Giovanni Andrea Bianchi. Seguramente sus revoques presentaban un grado importante de deterioro, lo que de ningún modo justifica su eliminación, pues esa arquitectura nunca fue pensada como una de ladrillos a la vista”, advirtió el arquitecto Germán Carvajal, de la ONG Basta de Demoler.
01/06/2017