Los humedales son ecosistemas clave para la supervivencia de todas las formas de vida en el planeta. El 40% de las especies animales y vegetales del planeta viven o se reproducen en esos entornos. La Argentina cuenta, según el inventario nacional en proceso, con 11 regiones en donde estas aguas superficiales o subterráneas tienen vital importancia. Sin embargo, y a pesar de las promesas, no hay una normativa que los proteja.
En Argentina, el 22% del territorio estaba originalmente ocupado por humedales, muchos de los cuales se han perdido o están en un proceso de degradación debido a cambios en el uso del suelo y a la sobre explotación de los recursos naturales.
“El desarrollo de megaobras de infraestructura, el avance de la agricultura y la ganadería intensiva están provocando grandes impactos sobre los humedales, lo que trae aparejada la pérdida de los importantes servicios que estos ecosistemas brindan a la sociedad. Por esta razón necesitamos políticas que promuevan su conservación y garanticen un uso inteligente del territorio”, indicaron desde la Fundación Humedales, con motivo de la celebración del día de la protección de estos espacios.
A lo largo de la historia, los humedales no se han valorado suficientemente. Han sido drenados y reemplazados por cultivos y urbanizaciones. Según la Convención de Ramsar, desde 1970 se ha perdido el 35% de los humedales de todo el planeta a una velocidad que supera tres veces la pérdida de bosques.
“Su conservación y restauración es fundamental si queremos mantener las formas de vida tanto de las personas como de la rica biodiversidad que depende de estos ecosistemas para su desarrollo. Esta fuente de biodiversidad contribuye a los medios de vida proveyendo recursos indispensables para el bienestar humano, como la pesca que es un recurso fundamental para la subsistencia de las comunidades locales, entre otros”, ejemplifican en la ONG.
Cuando se habla de estos espejos de agua no sólo hay que pensar en el campo. Los humedales urbanos y periurbanos se encuentran en las ciudades y sus suburbios y en los alrededores. Incluyen ríos y llanuras de inundación, lagos y pantanos, así como marismas de agua salada, manglares y arrecifes de coral.
Argentina forma parte de los 168 países que firmaron el tratado del convenio de Ramsar comprometiéndose a proteger el 20% de sus humedales. Sin embargo, no ha avanzado mucho en los últimos años. En este contexto, varias ONG hacen un llamado a la acción por Península Mitre, en el extremo sureste de Tierra del Fuego, que reúne la principal concentración de turberas del país (2.400 kilómetros cuadrados), no está protegido aún.
“Nuestrxs representantes, en tanto son elegidxs por el pueblo para defender a la ciudadanía, deberían trabajar al servicio de la vida y no de la extinción. Exigimos que Península Mitre sea protegida de actividades que sólo privilegian los intereses de unos pocos en detrimento del derecho humano a un ambiente sano, derecho protegido por nuestra constitución. En un contexto de crisis ecológica y climática, dejarla liberada a la destrucción atenta contra la trama de la vida. Es el deber de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial trabajar dentro del contrato social para el cual se los elige”, sostuvo Flavia Broffoni, representante de Extinction Rebellion en el país.
La destrucción de turberas, bosques tropicales y manglares para la agricultura y otros usos contribuyen al 13% del CO2 total de emisiones y continuará exacerbando los efectos de cambio climático.
Hace pocos meses, la Fundación Rewilding Argentina (ex CLT) presentó un estudio llevado adelante por National Geographic Society basado en datos a nivel global producidos por el Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación de Naciones Unidas (UNEP-WCMC). Estos resultados revelaron que Península Mitre, gracias a sus turbales, funciona como una aspiradora de carbono y posiciona la Península como el punto de mayor captura de CO2 de todo el país.
Rodolfo Iturraspe, secretario de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, afirmó: “Lo que sucede con las plantas de las turberas es que no se descomponen, entonces todo el carbono que va fijando, queda en la turbera y lo que va pasando es que la turbera va juntando toda esa materia orgánica y va incrementando de espesor con el tiempo. Todo esto es muy lento, pero es un proceso continuo”.
La investigación internacional identificó que la Península Mitre almacena el equivalente a más de tres años de emisiones de dióxido de carbono de Argentina por la particularidad de su ecosistema, compuesto mayormente por turberas. Las turberas son un tipo de humedal, que se caracterizan porque en ellas se produce y acumula progresivamente materia orgánica muerta llamada turba. La turba es materia orgánica semidescompuesta que proviene de plantas adaptadas a vivir en condiciones de saturación permanente de agua, baja presencia de oxígeno y escasa disponibilidad de nutrientes.
“Este mes un grupo de camionetas 4×4 ingresó a Península Mitre dañando sus turberas. Además de ser un ecosistema único, es de lenta recuperación y es hogar de especies únicas en peligro como el Carancho Austral. Sin ley que proteja este valioso humedal, estamos contribuyendo a la destrucción de un hábitat único en la Argentina”, señaló Martina Sasso, coordinadora del programa marino de Rewilding Argentina.
Desde 1989 en adelante, diferentes sectores de la sociedad de Tierra del Fuego buscan que Península Mitre sea protegida. El 2017 marcó una inflexión, ya que allí se retomó el trabajo para conservar el área. La Secretaría de Ambiente, Desarrollo Sostenible y Cambio Climático convocó a distintos sectores del gobierno provincial, organizaciones no gubernamentales y la comunidad para elaborar un nuevo proyecto consensuado. Al año siguiente, se presentó un nuevo proyecto de ley para la creación del Área Natural Protegida Península Mitre pero aún no se aprobó.