Estos vecinos hoy son testigos de una nueva transformación: el éxodo de los anticuarios, la instalación de manteros y músicos en la calle Defensa los domingos, y la consolidación de un polo gastronómico que incluso sumó cadenas internacionales son algunos de los cambios más notables.
Desde hacía casi 50 años los anticuarios ocupaban los locales más codiciados. Pero, acosados por una crisis que afecta al rubro en todo el mundo (ver aparte), en los últimos cinco años desapareció casi el 50% de estos comercios, según datos de la Asociación de Anticuarios y Amigos de San Telmo.
Los anticuarios que abarrotaban la calle Defensa hoy son reemplazados por negocios de todo tipo: peluquerías, heladerías, bazares y cervecerías, entre otros. En dos de las esquinas del emblemático cruce de Defensa con Humberto 1º, frente a la plaza Dorrego, funcionan ahora locales gastronómicos: un café Starbucks y una heladería.
“La identidad de San Telmo se está yendo por la cañería”, lamentó Héctor, que atiende el anticuario Duggan y Krause -en Defensa 1154-, y que pronto cerrará sus puertas para abrir una cervecería. “O cerrás o evolucionás con el entorno”, se resignó. El barrio, consideró, se está “palermizando” por la proliferación de la oferta gastronómica. En igual sentido se expresó Matías Guevara, que atiende un anticuario en la misma cuadra: “Antes la gente venía a buscar antigüedades. En cambio ahora viene más a pasear, a tomar una cerveza o un helado”, dijo, y recordó que Burguer King ofreció alquilarles el local.
Edio Bassi, presidente de la Asociación de Comerciantes del Casco Histórico, explicó que San Telmo se está convirtiendo en un “polo de consumo general”, donde la gastronomía es el rubro que más crece. Opinó que, para evitar que se ponga en riesgo la identidad del barrio, el Estado debe establecer reglamentaciones. “Aunque la llegada de Starbucks suma, el hecho de que se ubique en una de las esquinas más emblemáticas del barrio no es positivo”, agregó.
Los anticuarios que sobreviven, además de luchar contra la crisis del rubro, libran otra batalla: contra los manteros que los domingos se instalan en la calle Defensa.
Norberto Medrano, presidente de la Asociación de Anticuarios y Amigos de San Telmo, alertó que el barrio se está “saladizando”, y criticó el proyecto que impulsan legisladores kirchneristas y peronistas para legalizar la actividad de los artesanos de la cooperativa El Adoquín, que copan con sus productos varias cuadras de Defensa.
La ley 4121, sancionada en 2011, autorizó sólo siete ferias en San Telmo los domingos, casi todas dedicadas a las manualidades. Además prohíbe expresamente ejercer el comercio en la vía pública fuera de los espacios rigurosamente consignados. Sin embargo, no se cumple y los manteros ocupan cinco cuadras de la calle (del 700 al 1100), que deberían estar libres.
El Ministerio de Ambiente y Espacio Público está encargado del “control y fiscalización de estas ferias, y ejerce el control de policía”, según fija la ley. LA NACION preguntó en ese ministerio si se contemplaba tomar alguna medida para ordenar la calle Defensa, pero no obtuvo ninguna precisión. Por otro lado intentó comunicarse con Gabriela Olguín, presidenta de El Adoquín, por medio de delegados de esa cooperativa, pero tampoco hubo respuesta.
Bassi dijo que la asociación que preside efectúa reclamos constantes a la Ciudad para que los artesanos sean reubicados en las ferias existentes o que se hagan otras nuevas. En tanto, la opinión de los vecinos está dividida entre los que rechazan a estos artesanos y los que dicen que la convivencia es posible: “¡Es tremendo! No se puede caminar. Además muchos no son artesanos, venden cualquier cosa”, dijo Alicia, de 67, vecina del barrio desde hace 25 años. En cambio, Leandro Iácono, de 37, fue más contemplativo: “En Barcelona y en Roma también están estos puestos de venta callejera. Donde hay turismo siempre hay comercio informal”, indicó.
Casi todos los vecinos coinciden en que, cuando los manteros se retiran, el lugar queda muy sucio y que los conjuntos musicales son muy invasivos.
También el Mercado de San Telmo, inaugurado en 1897 y declarado Monumento Histórico Nacional, está sufriendo cambios. Desde su origen y hasta la década de 1970, todos los puestos eran de venta de frutas, verduras y carne. Luego se instalaron anticuarios y negocios de todo tipo. Y ahora la firma dueña del lugar está abriendo una serie de locales gastronómicos orientados al turismo.
“Me encanta la estructura metálica del techo”, dijo la turista italiana Anna Serio, de 21 años. “Pero algunos locales son demasiado «norteamericanos» y le quitan sabor local”, explicó mientras señalaba el puesto de Coffe Town.
Iácono evaluó los cambios positivamente: “Están abriendo negocios como en La Boquería de Barcelona o en Florencia. Todo lo que sea desarrollo del barrio es bueno. Ayuda a valorizar la zona, aunque el costo sea que los precios de los productos en general tienden a subir”.
En las calles alrededor del mercado, como Estados Unidos y Carlos Calvo, abrieron una serie de pequeños restaurantes que ofrecen sofisticaciones, como Los Infernales, donde pueden comerse hamburguesas de pato y choripanes de ñandú.
30/11/2016