Una metamorfosis esta sufriendo el Barrio Porteño de San Telmo, los negocios de antigüedades, típicos de esta zona, no llegan ni a la mitad de los que estaban históricamente, mientras que los manteros de la calle Defensa, suelen copar el barrio, sobre todo los días domingos, y la gastronomía se expande de manera arrolladora.
Vecinos del barrio cuentan con nostalgia, los tiempos de los conventillos coloridos con sus patios llenos de flores y aromas de los imigrantes que allí vivían; o cuando el Mercado, abastecía a todo el barrio de frutas, verduras, carne.
También recuerdan que luego, en los 70, empezó a organizarse los domingos en la plaza Dorrego la Feria de Antigüedades y en torno de ella se instalaron una infinidad de anticuarios, que entonces renovaron la identidad barrial.
Estos vecinos hoy son testigos de una nueva transformación: el éxodo de los anticuarios, la instalación de manteros y músicos en la calle Defensa los domingos, y la proliferación de locales gastronómicos de amplísima variedad.
Los anticuarios que estaban por la calle Defensa hoy son reemplazados por negocios de todo tipo: peluquerías, heladerías, bazares y cervecerías, entre otros. En dos de las esquinas del emblemático cruce de Defensa con Humberto 1º, frente a la plaza.
Dorrego, funcionan ahora locales gastronómicos: un café Starbucks y una heladería
“San Telmo está perdiendo su identidad”, lamentó Héctor, que atiende el anticuario Duggan y Krause -en Defensa 1154-, y que pronto cerrará sus puertas para abrir una cervecería. “O cerrás o evolucionás con el entorno”, se resignó. El barrio, consideró, se está “palermizando” por la proliferación de la oferta gastronómica. En igual sentido se expresó Matías Guevara, que atiende un anticuario en la misma cuadra: “Antes la gente venía a buscar antigüedades. En cambio ahora viene más a pasear, a tomar una cerveza o un helado”, dijo, y recordó que Burguer King ofreció alquilarles el local.
EdioBassi, presidente de la Asociación de Comerciantes del Casco Histórico, explicó que San Telmo se está convirtiendo en un “polo de consumo general”, donde la gastronomía es el rubro que más crece. Opinó que, para evitar que se ponga en riesgo la identidad del barrio, el Estado debe establecer reglamentaciones. “Aunque la llegada de Starbucks suma, el hecho de que se ubique en una de las esquinas más emblemáticas del barrio no es positivo”, agregó.
Los anticuarios que sobreviven, además de luchar contra la crisis del rubro, libran otra batalla: contra los manteros que los domingos se instalan en la calle Defensa.
Norberto Medrano, presidente de la Asociación de Anticuarios y Amigos de San Telmo, alertó que el barrio se está “saladizando”, y criticó el proyecto que impulsan legisladores kirchneristas y peronistas para legalizar la actividad de los artesanos de la cooperativa El Adoquín, que copan con sus productos varias cuadras de Defensa.
La ley 4121, sancionada en 2011, autorizó sólo siete ferias en San Telmo los domingos, casi todas dedicadas a las manualidades. Además prohíbe expresamente ejercer el comercio en la vía pública fuera de los espacios rigurosamente consignados. Sin embargo, no se cumple y los manteros ocupan cinco cuadras de la calle (del 700 al 1100), que deberían estar libres.
Bassi dijo que la asociación que preside efectúa reclamos constantes a la Ciudad para que los artesanos sean reubicados en las ferias existentes o que se hagan otras nuevas. En tanto, la opinión de los vecinos está dividida.Casi todos los vecinos coinciden en que, cuando los manteros se retiran, el lugar queda muy sucio y que los conjuntos musicales son muy invasivos.
También el Mercado de San Telmo, inaugurado en 1897 y declarado Monumento Histórico Nacional, está sufriendo cambios. Desde su origen y hasta la década de 1970, todos los puestos eran de venta de frutas, verduras y carne. Luego se instalaron anticuarios y negocios de todo tipo. Y ahora la firma dueña del lugar está abriendo una serie de locales gastronómicos orientados al turismo.En las calles alrededor del mercado, como Estados Unidos y Carlos Calvo, abrieron una serie de pequeños restaurantes que ofrecen sofisticaciones, como Los Infernales, donde pueden comerse hamburguesas de pato y choripanes de ñandú.